Estampas de viaje (Spanish) Ebook Tooltip Ebooks kunnen worden gelezen op uw computer en op daarvoor geschikte e-readers. España en los días de la guerra
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- 01 november 2020
- Epub zonder kopieerbeveiliging (DRM)
Samenvatting
Estampas de viaje (Spanish)
Subtitle: España en los días de la guerra
Author: Luis G. Urbina
Copyright Status: Public Domain
Contents
INTRODUCCION
ENTRE DOS BAHÍAS
EL DELIRIO DE «WALL STREET»
UN MINUTO DE NUEVA YORK
EL PELIGRO DE LOS MONITORES Y LAS NOTICIAS DE A BORDO
CÁDIZ
GIBRALTAR
BARCELONA LA VIEJA
BARCELONA
BARCELONA SE DIVIERTE
EN BARCELONA
EN MADRID
UNA PÁGINA DE NOVELA
EL MADRID DEL GÉNERO CHICO
MENDIGOS Y GUITARRAS.
LA ULTIMA VISITA
VALLE-INCLÁN
ALREDEDOR DE LOS ASESINOS
LA FIESTA ROJA
LOS LITERATOS ESPAÑOLES Y LOS RUISEÑORES AMERICANOS
EN MADRID
EN TOLEDO
Al comenzar el año de 1916 pisé, por primera vez, tierra española.
Desde la orilla del Mediterráneo, todo yo me volví ojos para ver y corazón para sentir.
Vine como redactor corresponsal de El Heraldo de Cuba, y para ese periódico escribí mis impresiones de viaje. Las escribí poniendo en ellas amorosa sinceridad.
Así, tan de pronto, no era posible que penetrase yo en el alma de este pueblo, a pesar de las afinidades que tiene con el mío, y que en mí mismo percibí al entrar en el ambiente ibérico.
Mas las obscuras herencias que despertaron en mi espíritu, sirvieron de acicate a mi curiosidad y de orientación instintiva a mis observaciones.
Nada miré sin interés o sin emoción; y, aunque recién venido, acerqué cuanto pude, la oreja, al pecho enjoyado de España.
Formé este libro con algunas de las notas y apuntes que rápidamente fuí tomando entonces, en horas de angustia y asombro para la humanidad.
Después, este gran país, que seduce desde luego la vista con el espectáculo de sus costumbres y de su naturaleza, y aviva la imaginación y la estimula a las evocaciones ante sus viejas maravillas de arte, fué, poco a poco, revelándome cuanto encierra su seno de calladas y profundas virtudes.
Y la ilusión con que en él soñé, se ha convertido en la admiración y la devoción con que ahora lo quiero. Y tanto como me deslumbró la magnificencia de su pasado, me llena de fe el presentimiento de su porvenir.
En las páginas que siguen hay, seguramente, más de adivinación que de análisis.
Me queda el anhelo de lograr algún día—mejor poseído por el creciente encanto de esta tierra de sol y de leyenda—rendir a la raza, en verdad y en belleza, el filial tributo que le debo en nombre de mi patria americana, que al otro lado del Atlántico es como una dulce prolongación, como un fresco brote de esta España en cuyo suelo está germinando todavía una primavera de libertad.
ENTRE DOS BAHÍAS
EL contraste no pudo ser más sugestivo. Al partir de la Habana, durante un vivo y cálido atardecer, el mar de seda de la bahía mezclaba a su azul, bruñido por la luz del crepúsculo, súbitos y variados matices. Se mecía una onda, y en su seno encendíase, por un instante, un guiñapo de escarlata desteñida. Venía brincando una ola de curvas elegantes, y su vidrioso contorno empenachábase de espuma sonrosada. Alrededor de los remolcadores temblaba una franja de cambiantes. Las barcas, al pasar, dejaban en la corriente una larga raya de colores, como si fueran soltando serpentinas en la corriente.
Y cuando el buque empezó a moverse, toda la ciudad, salpicada de chispas locas, se fué deshaciendo en una rosada penumbra. Las fachadas del Malecón, que parecían un suave dibujo en miniatura, se fundieron, poco a poco, y conforme iban estando más lejos, en una extensa mancha en la que sólo brillaban—latidos de claridad amarilla—puertas y ventanas. Después, en la franja obscura de la ribera, vimos, por mucho tiempo todavía, el índice negro del Morro, coronado por la movediza llama verde, que paseaba, en torno suyo, su ráfaga de tenue claridad. La bahía de la Habana acababa de despedirse del sol, deteniéndolo como una Julieta enamorada, y pidiéndole el último beso. Al mirarla, casi borrosa en la distancia, podría uno imaginarse, sin esfuerzo, que la vieja y deliciosa metrópoli cubana quedaba, trémula de emoción, como criolla apasionada, en el instante en que concluye la cita y desaparece el galán.
* * *
Hoy, cuatro días más tarde, desde la cubierta del veterano buque español, veo un cuadro distinto del tropical, de aquel que retengo en la memoria como el recuerdo de una cariñosa despedida. El frío es intenso, y los pasajeros, enfundados en sendos abrigos, al hablar, echan por la boca nubecillas de vapor plomizo. El mar está sucio y pesado el oleaje. La niebla, que desde ayer emboza los horizontes, se acerca más y se hace más densa. De ella sale, como si la atravesara con esfuerzo, un reflejo gris que melancoliza el ambiente. Una lluvia menuda cae sobre las aguas, y las enturbia al encarrujarlas en pequeñísimos rizos. Es una hora indecisa que no atinaríamos a definir si, recurriendo a las muestras de los relojes, no viésemos que señalan las diez y que, tras de una noche azul, nos encontramos a la mitad de la mañana nublada. El buque está frente a Nueva York. Todos los pasajeros, de bruces sobre las barandillas, quieren ver lo que se dibuja en aquellos telones de húmeda y maculada blancura. Algún viajero «snob» se ha echado a la cara los gemelos, en una actitud cómica de inglés de opereta. Ver la ciudad, distinguir los edificios, contemplar el panorama, es imposible. Pero divisar todo esto, sorprender, aquí una masa de bruma negra, allá un contorno borroso, y la sombra de un edificio, y el fantasma de una embarcación, ya es menos difícil. Sí; mirando atentamente, devorando con los ojos la niebla, horadándola con la imaginación, se va distinguiendo, imprecisamente, lo que se arrebuja y esconde en el horizonte. Primero es un islote, que antes que lleguemos a la ciudad nos sale al encuentro: entre árboles de humo verdinegro, caseríos rústicos de vaporosa inconsistencia, barcas que parecen hechas en el aire con las espirales de un cigarrillo; dos torpederos de sepia aguada, perfilados junto al montículo pastoso de una fortaleza. Y luego, en el amplio fondo, caprichosamente reclinadas, unas nubes sombrías, unas formas extrañas, dos, tres, cuatro erectos paralelepípedos, que dan el efecto de que son bandas negras, estandartes desteñidos que cuelgan de la altura del horizonte, mejor que formas que se levantan asentadas sobre la tierra. Son pedazos de montañas, acantilados, tajos y escarpaduras. Trazados al esfumino, tienen la vaguedad de las pantallas fotográficas. Yo adivino que allí enfrente está la ciudad; es más, lo sé; pero aquellas fantasmagorías no dejan de turbarme un poco.
Productspecificaties
Inhoud
- Taal
- en
- Bindwijze
- E-book
- Oorspronkelijke releasedatum
- 01 november 2020
- Ebook Formaat
- Epub zonder kopieerbeveiliging (DRM)
Betrokkenen
- Hoofdauteur
- Luis G. Urbina
- Hoofduitgeverij
- Sanjiv Makkar
Lees mogelijkheden
- Lees dit ebook op
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Overige kenmerken
- Studieboek
- Nee
EAN
- EAN
- 1230004319528
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